Me atreví a tomar esta foto hace un par de meses, saliendo de un supermercado de lo más nice en Dallas. Hacía frío. Me encontré a esta mujer que andaba descalza comprando su despensa. Esta mujer, llamémosla Lupita, me hizo reflexionar en cómo caigo fácilmente en juzgar.
Lo primero que hice cuando la vi fue juzgarla: “Qué locura”. “Pobres pies”. “No me quiero imaginar las uñas”. “Cómo puede pasear por la zona de frutas y verduras descalza”. “Esto es de valientes”.
Quise entender sus razones; sin embargo, eso no iba a suceder. Éramos perfectas desconocidas.
¿Cuántas veces nos pasa esto? ¿Somos prontos para juzgar? Confieso que a veces sí caigo en ese juego. Y ese día me propuse a conciencia dejar a un lado la tentación de juzgar y etiquetar.

Les comparto esta sencilla guía de reflexión que hago cuando me topo con decisiones muy diferentes a las que yo tomaría:
- La persona actúa por una razón. Razón que tal vez es desconocida para mí; sin embargo, existe. Esta mujer que les platico, por ejemplo, seguro tuvo alguna razón para andar paseando por el supermercado descalza. Existió una razón y ella tomó una decisión.
- Las decisiones de los demás, merecen mi respeto. Puede ser que no comparta su punto de vista, sus razones. Pero, ¿porqué quiero pensar yo como ella, o que ella piense como yo? Somos diferentes. Y no tenemos por qué pensar igual.
- Si la decisión que toma alguien más (ejemplo, andar descalza) no me hace daño, ni hace daño a la sociedad, enfoco mi visión y fuerzas en seguir produciendo y viviendo con intensidad.
- Si la decisión me hace daño, o a la sociedad, entonces actúo para ayudar a cambiar la situación, me involucro y me comprometo.
- Si la decisión que toma alguien más (otra vez el ejemplo, andar descalza) hace daño a quien está tomando la decisión, y creo poder influir positivamente en su vida, veré la forma con prudencia de involucrarme y comprometerme para ayudar a cambiar.
Lupita me hizo pensar en las decisiones que toman los SuperVivientes de cáncer u otras enfermedades: cada persona que vive una enfermedad tiene una forma diferente de entender, de enfrentar o de procesar la prueba. ¡Y a veces me encuentro juzgándolos! Seguro existen razones y merecen mi respeto.
He conocido SuperVivientes que sí “luchan”, y otros que no. Unos que quieren cambiar hábitos, y otros que prefieren seguir igual. He encontrado los que van por caminos alternativos, y otros que van por los tradicionales. Los que quieren mejor no pensar en la enfermedad, y los que hacen de ella su vida y misión para compartir.
Esto nos enriquece, sin duda alguna. ¡Bravo por las múltiples formas de SuperVivir!
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