Autor: Aideé Granados
Me gusta pensar y decir que hay mucha más riqueza en DAR que en RECIBIR. Lo creo y así lo he vivido. Es uno de mis ejes y valores. Sin embargo, a veces somos llamados a simplemente RECIBIR. ¡Y esto es muy bueno!
Les cuento esta historia…
Tan solo tres días después de confirmado el diagnóstico de cáncer, mi doctor programó la cirugía para colocar el puerto o catéter, por el cual pondrían la quimioterapia. No tenía tiempo para planear y organizar. El tratamiento comenzaba de inmediato.
Acabábamos de mudarnos a vivir en California. No conocíamos a NADIE. Mi familia estaba en México. La de mi esposo, en Minnesota. Por diversas circunstancias familiares, sabía que la persona más disponible en ese momento, era nada más y nada menos que mi suegra.
Así es que mi suegra llegó a casa para quedarse y vivir con nosotros por un tiempo. ¿Cuándo lo hubiera imaginado? ¡Nunca!
Para los que me conocen bien, una de mis dificultades más grandes, es que me cuesta pedir, aceptar y recibir ayuda. Me creo auto-suficiente. La realidad es que no lo soy, y mucho menos lo era bajo las circunstancias de mi condición de salud.
Mi suegra dispuso a ayudarnos:. Me curó, me dio medicinas, preparó mis jugos, fue mi chófer de cabecera, cocinó, lavó mi ropa y la guardó, recogió la casa sin cesar, jugó con mi hija como si ella tuviera también 3 años de edad. Hizo ejercicios conmigo, y podría seguir esta lista interminable de sus aportes y ayudas.
Si había tenido alguna “pena” o “prejuicio” con ella (pues era la mamá de mi marido), durante ese tiempo se me quitó por completo. La verdad, no me quedaba otra opción. Confieso que fue duro. Y siento que para todos en mi familia lo fue también.
En diferentes momentos durante el tratamiento de quimioterapias y cirugías, habían acudido a ayudarme mis hermanas Lis y Marcela; mis tías, Mary y Olín; algunas de mis mejores amigas: Nicoletta, Michelle, Mónica, Anamore, además nuestra nanny súper-estrella y más querida, María. Pero, ¿mi suegra?
Gracias a su extrema generosidad, logramos uno de los mayores aprendizajes durante el cáncer y su proceso de sanación: es MARAVILLOSO y NECESARIO, pedir, aceptar y recibir ayuda.
Es bueno dejarse atender. Es bueno dejarse querer. Es bueno ser consentido (a). Es bueno descansar. Es bueno tener una “sombra”. Es bueno. ¡Muy bueno! Bueno para quien lo recibe, y bueno para quien lo ofrece.
Para mi suegra, nada de esto fue fácil. Comenzando por tener que dejar a mi suegro solo por tanto tiempo, romper con sus rutinas, con sus costumbres. Mi suegra no hizo lo que hizo por una nuera. Mi suegra hizo lo que hizo por una hija. Fue tal cual como si mi mamá lo hubiera hecho en mismísima persona. Eso, tiene aún más valor. ¡Gracias Lori por meterte en mi vida!
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